POLITICA


El impeachment, la sombra que comienza a envolver a Bolsonaro



Fecha: 27/04/2020   08:50

- La imagen de Jair Bolsonaro el último viernes, cuando salió a refutar en TV las acusaciones de Sergio Moro, quien acababa de renunciar al Ministerio de Justicia en medio de graves acusaciones, no podía transmitir mayor soledad


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Cuando un jefe de Estado le habla a la población rodeado de sus ministros, lo que intenta es mostrar apoyo y se sabe que el alarde suele ser producto de la carencia.

Mientras, medio Brasil caceroleaba en su contra y políticos opositores y especialistas en derecho especulaban sobre un posible proceso de impeachment.



La postal del presidente de Brasil rodeado de sus asesores tenía, además, una perla. Tras la traumática salida de sus dos ministros más populares, primero el ex de Salud, Luiz Henrique Mandetta, y luego Moro, todos los ojos se posan en uno que, si bien no goza de las mieles del amor popular sí cuenta con el aval del mercado financiero: el de Economía, Paulo Guedes. Y Guedes se destacó entre sus pares: único en usar barbijo (todo un gesto de rebeldía ante un mandatario negacionista sobre los peligros del Covid-19), no llevaba saco ni corbata y hasta parecía no tener puestos los zapatos. Luego se aclaró que lo que se le veía no eran las medias sino una zapatillas muy livianas… Finalmente, cuando Bolsonaro hubo terminado de hablar, Guedes dudó y, en medio de los aplausos de sus pares, decidió dedicarle uno. Uno, literalmente.



Con su dimisión, Moro abrió una caja de Pandora que, si la hemorragia no resultara contenida, en hipótesis podría terminar con Bolsonaro fuera del Palacio del Planalto. Probaría en ese caso la misma cicuta que contribuyó a acercarle en 2016 a Dilma Rousseff.



El exjuez de la operación Lava Jato contra la corrupción hizo más que denunciar una intervención en su área, algo legal pero que, según explicó, no se correspondía con el pacto de caballeros al que llegaron cuando decidió sumarse al Gobierno de ultraderecha. Dijo que la remoción del titular de la Policía Federal (PF), Mauricio Valeixo, hombre de Moro, respondió al deseo del presidente de contar con información de inteligencia y sobre causas sensibles para su entorno.



Es más, horas después Moro divulgó tramos de un chat de WhatsApp con el jefe de Estado en el que este le envió el enlace de un artículo de O Globo sobre una investigación de la PF sobre “diez a doce diputados bolsonaristas, más empresarios, a quienes se les levantó el secreto bancario y a quienes la Policía Federal estaba a punto de hacer búsqueda y captura en sus domicilios cuando llegó la cuarentena”. “Un motivo más para el cambio” de Valeixo, le dijo el presidente a un hombre que, si en algo es especialista, es el filtrar a la prensa informaciones que comprometen a sus enemigos.



Todo eso y más (¿y lo que aún saldrá del teléfono de Moro?) bien puede ser considerado un “crimen de responsabilidad”, la figura que, según la Constitución, amerita un impeachment. La figura es vaga, pero casi todo entra en la laxa definición de “violación del decoro”.



Por lo pronto, el procurador general de la República, Augusto Aras, ya pidió permiso al Supremo Tribunal Federal (STF) para investigar las denuncias que Moro dejó caer casi descuidadamente.



¿Bolsonaro cometió prevaricato, esto es una actuación conscientemente ilegal para un beneficio personal? ¿Crimen de defensa administrativa, es decir la defensa de un interés privado por encima de su condición de servidor público? ¿Obstrucción de justicia? ¿Falsedad ideológica acaso, por haber publicado el decreto de destitución de Valeixo con la firma electrónica de Moro, algo que este negó y que, al ser corregido en el boletín oficial, implicó una admisión de, al menos, un error grave?



La crisis en Brasil amenaza con ser total. Además de política, también será económica por el impacto de la pandemia. Tal vez institucional, como se dijo, si la sangre llega al río del juicio político. ¿También financiera?



Al calor de la salida ruidosa de Moro y de versiones sobre una posible renuncia de Guedes, la Bolsa de San Pablo cayó el viernes 5,45% y el real perdió 2,33% más, hasta alcanzar un nivel de 5,65 por dólar.



El mercado sabe que su campeón libra una lucha solitaria en el gabinete: la defensa de la austeridad fiscal en momentos en que Bolsonaro apura, sin siquiera haberle avisado de su lanzamiento, el plan Pro Brasil de obra pública, que el ministro de Desarrollo Regional, Rogério Marinho, quiere elevar a 185.000 millones de reales (casi 33.000 millones de dólares) hasta 2024.



La compañía tampoco ayuda al presidente. A los problemas que suelen traerle sus hijos, en las últimas horas Folha de São Paulo sumó la novedad de que el concejal carioca Carlos Bolsonaro, supuesto responsable del llamado “gabinete del odio”, es el responsable de un amplio esquema ilegal de diseminación de falsas a favor del Gobierno y en contra de sus críticos en las redes sociales.



Una encuesta telefónica de Ideia Big Data dijo ayer que el 65% de los consultados cree que las acusaciones de Moro son ciertas. En tanto, ese núcleo duro bolsonarista del 35% las rechaza.



Es difícil destituir a un presidente que conserva un apoyo de ese nivel, minoritario, sí, pero considerable. Es por eso que sus detractores de la izquierda no atinan a unirse en un proyecto de juicio político unificado y que Fernando Henrique Cardoso, un hombre de experiencia, le ha pedido que renuncie “para ahorrarnos un impeachment” traumático.



Las acciones de las partes en guerra son previsibles. El presidente se mostrará cada vez más volcado a la ultraderecha para seguir cultivando el respaldo de una minoría considerable que es hoy su mejor vacuna contra un impeachment. Sus enemigos, en tanto, con la prensa más influyente como vanguardia, lo esmerilará día a día con nuevas denuncias de todo tipo, esas de las que el clan Bolsonaro tiene de a decenas.



La creciente extensión del nuevo coronavirus, producto de los dislates presidenciales y de su boicot a las medidas de prevención es una amenaza grave. Y sobran los motivos. Como informó el viernes Ámbito Financiero, el acumulado de muertes en Brasil se duplica cada cinco días, lo que pone al país en una situación más precaria que la de los países hasta hoy más afectados: Estados Unidos (seis días) y España e Italia (ocho días).



El Ministerio de Salud informó el sábado de 4.016 muertes documentadas, aunque se sabe que las reales son muchas más. En tanto, ese día se produjeron 346 decesos, confirmación de un salto brusco e inquietante que había comenzado el jueves último, con 407 muertes. “Sé que me van a venir al cuello con eso”, dijo Bolsonaro hace pocos días. Hace bien en ser consciente.



La tarea de esmerilar su imagen recuerda lo ocurrido con Dilma Rousseff, cuyo calvario político duró al menos dos años, y el legal dentro del Congreso exactamente nueve meses. Ahora, a nueve meses vista, ya habrá pasado el 1 de enero de 2021, día en que se cumplirá la mitad del actual mandato y una eventual caída del presidente implicaría que el vice, el general Hamilton Mourão, pueda completarlo sin verse obligado a llamar a elecciones. Acaso el partido militar no juegue a los dados. (APFMercosur)

 




Fuente:  Brasilia, 27 Abr (APFMercosur)









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